"Me gusta, luego existo", por Marta Sanz
Decimosexto artículo de La Libreta de adComunica, espacio quincenal de colaboración de las socias y los socios de la asociación en El Periódico Mediterráneo, publicado el 24 de julio de 2025.

Artículo publicado en La Libreta de adComunica, en el Periódico Mediterráneo, el jueves 24 de julio de 2025, por Marta Sanz, socia de adComunica y graduada en Periodismo por la Universitat Jaume I.
ME GUSTA, LUEGO EXISTO
Una chica publica una foto triste y escribe: «Hoy no estoy bien». En cuestión de minutos, llueven corazones, comentarios y reacciones. Pero una pregunta queda flotando: ¿cuántos de esos gestos expresan verdadera y sincera preocupación?
En el mundo digital, un me gusta es mucho más que un clic: es una forma de reconocimiento y popularidad. Para muchos jóvenes, compartir lo que sienten no es solo expresarse, sino exponerse a una validación pública. Cada reacción funciona como un aplauso silencioso, como una especie de confirmación externa que dice: «Te veo».
Esto ha cambiado por completo la manera en que comunicamos nuestras emociones. Ya no importa cómo nos sentimos, sino cómo lo mostramos: qué palabras usar, qué foto subir, si alguien reaccionará. Cuanto más estético sea, más valor parece tener. En cambio, lo que no encaja en una historia de Instagram, suele quedar fuera del marco.
Estamos aprendiendo a sentir hacia afuera. A traducir nuestras emociones según lo que creemos que se puede contar bien. Y en ese proceso, la validación externa puede empezar a pesar más que nuestra voz interior. Como si hubiera que sentir para compartir, mostrar para existir, gustar para valer.
Y esto impacta directamente en los vínculos y las relaciones. Muchas veces ya no se busca conversación, sino reacción. Algo rápido, una prueba de conexión. Pero estar presentes no es lo mismo que estar disponibles. Escuchar no es lo mismo que reaccionar. Así, aunque parezca que hablamos más que nunca, puede que estemos cada vez más lejos de comprendernos.
Esto no significa que las redes sean el enemigo. Pueden ser espacios de cuidado y comunidad. Pero quizá necesitamos frenar y pensar cómo las usamos. ¿Qué tipo de vínculos construimos si nuestras emociones dependen del algoritmo?
En tiempos de sobreexposición, tal vez lo más íntimo sea eso: sentir sin necesidad de mostrar, vivir y experimentar una emoción sin traducirla en una publicación. A veces, el silencio también habla.